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Un artículo sobre las estructuras de vigilancia y defensa de la Bahía de Altea escrito por el historiador alteano Juan V. Martín Devesa.


Juan V. Martín Devesa

Historiador

Existen diferentes hipótesis sobre el origen de nombre de Altea, que podría provenir tanto del griego, del íbero como del árabe. Una de estas posibles etimologías es la palabra árabe talia, que significa centinela y de la que también derivan atalayar, vigilar, o atalaya, torre vigía. En nuestro caso el articulo al- o at- que precede al sustantivo nos daría attalia o altalia y desde aquí la fonética y los siglos hicieron el resto. Esta hipótesis viene reforzada por la localización de distintos puestos de vigilancia en la Bahía de Altea desde muy antiguo, desde hace más de dos mil años.

 

Sobre el antiguo promontorio de Cap Negret se encontraron a principios del siglo XX los restos de un antiguo santuario fenicio a la diosa Tanit, lugar que servía tanto de punto de vigilancia como de orientación marítima. También en el punto más alto del núcleo urbano de la primitiva Altea, la que hoy denominamos Altea la Vella, se levantaba una torre en época medieval, pero no era la única. Sobre las grandes formaciones rocosas que separan Calp y Altea, el conocido collado del Mascarat, se asentaba una fortaleza que controlaba tanto la costa como el Camino Real de Valencia y cuyos restos todavía son visibles desde la nacional 332. A pesar de todas las historias reales y leyendas que envuelven este paso, su etimología también nos remite a su pasado medieval. Proviene de la palabra askar, soldado, en referencia al cuartel fortaleza que se levantaba en aquel lugar.

 

En el siglo XIII, tras la conquista catalano-aragonesa del Reino de Valencia, se construyeron nuevos asentamientos fortificados a lo largo de la costa entre Dénia y Alicante como Xàbia, Ifach, Benidorm, o la Vila Joiosa. También la Bahía de Altea acogió uno de estos proyectos de nueva población denominado Bellaguarda hacia el siglo XIV, que contaba, como no, con una imponente torre fortificada con la doble función de vigilar la costa y defender a los nuevos colonos. A  pesar de todos estos intentos, la zona costera de la comarca de la Marina estaba prácticamente deshabitada a finales del siglo XV.

 

A mediados del siglo XVI el despoblamiento severo que sufría la franja litoral y la amenaza constante de la piratería motivó la edificación de nuevas estructuras defensivas. Se requería de un sistema de alerta que permitiese la colaboración entre municipios tan distantes para frenar las incursiones que periódicamente se daban en las costas del Reino de Valencia.

 

Nació así el primer gran proyecto de vigilancia, desde Vinarós hasta Guardamar. Consistía en edificar toda una serie de torres de vigía para el control de la costa elaborado según el informe de Francesc March en 1552. Su construcción se llevó a cabo bajo el mandato del Duque de Maqueda, Virrey de Valencia entre 1553 y 1558. Se trataba de una serie de torres de tipología similar, cilíndricas con variantes en la base, que estarían en torno a los 4 metros de diámetro y alcanzando alturas siempre superiores a los siete metros. Gracias a este plan se llevó a cabo la construcción de una nueva torre en la Bahía de Altea, la Torre de la Galera, documentada desde mediados del siglo XVI.

 

Todas estas torres llevaban además lo que podríamos denominar una firma. Consistía en la colocación del escudo del Reino de Valencia con la leyenda en latín sub umbra tuarum alarum protegeme, me protejo bajo la sombra de tus alas. Estas torres unían así a su carácter militar un aspecto simbólico, ya que con esta inscripción representaban los límites del Imperio Hispánico, a la manera de grandes hitos.

 

Bajo el virrey siguiente, el Duque de Segorbe, se encargó al ingeniero italiano G.B. Antonelli un estudio completo del sistema. Este elaboró su informe entre 1560 y 1562, lo que dio lugar a un segundo plan de protección de la costa. En este se planteaban soluciones diferentes, con torres de  tipología más variada: troncocónicas, cuadradas e incluso fortines. Según el nuevo proyecto se fortificaron algunas de las torres ya existentes y se construyeron nuevas con funciones defensivas, esto es, con capacidad para hacer frente al creciente número de desembarcos de piratas y corsarios que azotaban la costa. Se proyecta así la construcción de dos nuevas torres en nuestra bahía: la de Cap Negret y de la Bombarda, pero también una gran fortaleza artillada conocida como el Fort de Bérnia, que solo estuvo en servicio 50 años.

 

De esta manera los dos planes generaron dos tipologías diferenciadas que se aúnan en la definición habitual de “torres vigía y de defensa de la costa”. Esto no sólo es patente en sus dimensiones o características sino también en sus dotaciones. La torres vigía solían tener unos dos soldados mientras que las de defensa, denominadas también castillos, estaban artilladas y podían tener hasta cinco soldados. A partir de este momento se desarrollan diferentes reglamentos y ordenanzas para el mantenimiento y organización del sistema.

 

Las dotaciones de todas las torres y fortalezas debían ser sufragadas por los pueblos de la comarca y así, en la Ordenanzas de 1673, se describen las guarniciones de todas las torres y que población debía mantenerlas.

 

La torre del Mascarat, corría por cuenta de Calp. De la torre de la Galera leemos: “te Benisa obligaciò de enviar a ella dos soldats”. Para el Castillo de Cap Negret, “tenen obligació de enviar a ell cinc homens de Tàrbena, Castell de Castells y Callosa” y La Torre de la Bombarda “tinga obligació lo lloch de la Nucia de enviar dos homens”.

 

Cerrando todo el sistema estaba el Castillo de Altea, construido junto con la nueva población a principios del siglo XVII, cuyos doce soldados debían ser mantenidos por las poblaciones de la Vall de Guadalest. Por su parte Polop debía mantener las guarniciones de Benidorm.

 

Siglo y medio después de su construcción se envió al Coronel Pedro Corbí en junio de 1709 para que inspeccionara el sistema de defensa de la costa. Su visita constató que tras los sucesos de la Guerra de Sucesión Española en la comarca de la Marina la mayoría de soldados se encontraban sin paga y las torres sin municiones, además de necesitar de diversas reparaciones. Sin embargo el sistema de defensa ya nunca se recuperó de este estado precario.

 

Con la disminución de la piratería en el mediterráneo occidental a mediados del siglo XVIII y la consolidación de los núcleos de población junto a la costa, con fortalezas más complejas, parte del antiguo sistema defensivo quedó definitivamente en desuso. En su lugar se instalaron puntos de control para evitar el contrabando, pequeñas casetas junto a las calas más habituales de los alijos y con buen acceso por tierra. Una prueba de esta transformación es la construcción por parte del Ayuntamiento de Altea en 1800 de una barraca en la partida de l’Olla “para la colaboración de los guardias para impedir la introducción de los que vienen de Cadiz”.

 

A partir de 1829 con la creación del Cuerpo de Carabineros se fueron construyendo los cuarteles y puestos de vigilancia en aquellas calas recónditas que facilitaban el comercio ilegal. Un buen ejemplo de esta substitución lo tenemos en los puestos del Albir, la Solsida y el Mascarat, que vendrían a ocupar las funciones que cumplían, respectivamente, la Torre de la Bombarda, la Galera y la del Mascarat. Su emplazamiento, próximo a las antiguas torres, era sin embargo más accesible y cercano a la playa dada su nueva vocación de control del contrabando.

 

A finales del siglo XIX según el informe Aguado (1870) todas las antiguas torres de la Bahía de Altea se consideraban en estado ruinoso o desaparecidas. Sin embargo otro conflicto obligo a “reconstruir” parte del sistema de vigilancia costera: la Guerra Civil Española.

 

Hacia finales de 1936 la flota republicana envió la mayor parte de sus efectivos al Cantábrico para apoyar a las operaciones militares en Asturias y el País Vasco, perdiendo así el control de las costas mediterráneas. Por esto se diseñó un plan de defensa costera desde Girona hasta Almería denominado Muro Mediterráneo. Estaba formado por distintas defensas costeras (baterías navales, grandes bunkers, nidos de ametralladoras y puntos de vigía) para repeler un eventual desembarco de la marina franquista y sus aliados italianos y alemanes, que imponían el bloqueo naval de nuestras costas.

 

En la bahía de Altea se instalaron un total de ocho nidos de ametralladoras, llamados popularmente Bunkers, construidos en 1937. Sin embargo, nunca se instalaron las ametralladoras y terminado el conflicto fueron abandonados. Actualmente solo se conservan dos de los ocho bunkers, en las playas de Cap Negret y l’Olla, y existe un tercero sumergido en la playa de Cap Blanch, muy cerca del Club Náutico de Altea.

 

Curiosamente uno de estos nidos de ametralladoras se construyó en la peña de Cap Negret a los pies del santuario a la diosa Tanit y del antiguo Castillo. Ambos ya habían desaparecido y la peña había sido explotada hasta los años veinte del siglo XX como cantera de pórfido, una durísima roca volcánica que sirvió para adoquinar las calles de Valencia. Con estas piedras se elaboró también el hormigón con el que se construyeron los nidos de ametralladoras, aportándoles una más que notable resistencia. Además la historia había demostrado por tercera vez que el emplazamiento de Cap Negret era inmejorable como punto de vigilancia de la costa.

 

Sin embargo, la historia nos reservaba una última sorpresa. El último punto de vigilancia, la última torre, no se construyó con fines militares, sino simplemente estéticos. Hacia 1965 Octavio Rocci, propietario del chalet la Galeriana, construyó junto a su piscina una caseta a la que decidió darle la forma de una torre troncocónica de 5 metros de altura revestida de piedra. El resultado fue tan convincente que cincuenta años después, cuando se elaboró el catálogo de bienes de patrimonio de Altea, la confundieron con una de las torres vigía del siglo XVI y le dieron por error la categoría de Bien de Interés Cultural.

 

Cinco siglos después de que G. B. Antonelli recorriese nuestra bahía diseñando el plan de defensa, otro ingeniero italiano, Rocci, tuvo la idea de construir una torre para seguir mirando al mar, que es al final, lo que llevamos haciendo en Altea desde lo más profundo de la historia.

 

 


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